"Recuerdo que el año pasado no pasaban ni por la puerta del comité"
“Pero si no se meten los que la quieren cambiar se lo dejas a todos los demás…”, respondía Gustavito a los 12 años cuando su mamá le sugería que no se metiera en política porque era “muy sucia”. El tiempo pasó y el consejo materno no prosperó ante las ganas de intervenir en la realidad de ese chico de clase media de la localidad de Olivos, que se entretenía leyendo las aventuras del pirata Sandokán y del héroe justiciero Robin Hood.
El concejal Gustavo Debenedetti es de aquellos dirigentes que inspiran en cada palabra la pasión por la política que solía retumbar en los viejos Comités. Presidente del Bloque de la Unión Cívica Radical de Vicente López, partido centenario que está volviendo a asomar la cabeza tras una década inmerso en una profunda crisis producto del trágico final del gobierno de la Alianza. Pero Debenedetti nunca renegó de su pertenencia partidaria, aún en aquellos momentos que muchos correligionarios elegían otros caminos para transitar su vida política con menos dificultades.
El comienzo agitado de la década del setenta encontró al joven Gustavo dando sus primeros pasos militantes en la Facultad de Derecho de la UBA. Mientras la Jotapé se mostraba como el espacio preferido para una generación que se volcaba en forma masiva a la política, Debenedetti encontraba en el imaginario radical el lugar donde contenía sus convicciones. “La verdad es que siempre me sentí motivado por determinados valores, si bien siempre he tenido inquietudes sociales eran muy importantes las libertades y el respeto a la Republica y no me cerraba muy bien el modelo del Justicialismo. Aunque le reconocí el aporte a la incorporación de ciertos sectores de la sociedad, como por ejemplo los obreros. Pero de todas maneras siempre pensé que se podía hacer con un equilibrio diferente, pelear por la justicia social respetando las instancias democráticas, y el origen del Justicialismo de alguna manera entra en conflicto en ese sentido, por los menos para mi”, explica.
En esa época tan convulsionada, la dedicación al estudio entraba en un conflicto inevitable con los vaivenes de la política: “Yo tengo una pertenencia desde siempre, empecé militando en la Franja Morada de la Facultad de derecho en el año 72. Eran años agitados que me obligaron a interrumpir los estudios y a retomarlos después de casado. Hasta que el Golpe de Videla me decidió a abandonar terminar porque ya era muy duro. Yo tenia compañeros en La Franja como Facundo Suárez Lastra, Carmen Storani, Gabriela González Gas, y bueno en ese entonces tener una ideología era peligroso”, recuerda.
La opción por la lucha armada era una alternativa que la mayoría de militantes peronistas y de izquierda consideraban como inevitable para alcanzar la tan anhelada “liberación nacional”. Sin embargo, Debenedetti nunca creyó en la violencia como un camino acertado para el progreso político y social: “En esos años en que yo comienzo a militar tenemos una confrontación ideológica fuerte con la JP. Porque para mi era un error muy fuerte el tema de la definición de la JP por la lucha armada, a mi entender había una utilización de la juventud de parte del justicialismo. Desde la Franja Morada teníamos una discusión muy fuerte, que lamentablemente nos termino dando la razón”, afirma con un sabor amargo y continúa: “Ellos pensaban que había que profundizar la confrontación, mientras peor mejor decían, y ahora se ve algunos resabios de esa visión. Pero yo pensaba que mientras peor mejor no, porque mientras peor te moviliza, mientras peor la gente tiene miedo, viene mayor represión y además la correlación de fuerzas era muy desigual. Por empezar, yo tenía una fuerte convicción de que los cambios no podían ser armados. Porque si vamos al resultado final, el régimen siempre está planteado por estructura como ganador. La verdad que fueron tiempos duros”, señala.
Mientras el peronismo se desangraba por sus disputas internas, el radicalismo tenía sus propias batallas y una nueva figura emergía desde el seno de un partido que precisaba nuevas caras. “Mi primer elección fue acompañar la fórmula Raúl Alfonsín- Conrado Storani (padre de Fredy) que postulaba el Movimiento de Renovación y Cambio. Ahí se crea la Junta Coordinadora Nacional, que es una instancia de coordinación para movilizar a la Juventud, que estaba muy golpeada por el derrocamiento que había padecido Arturo Illia, que fue un gobernante ejemplar que padeció una intensa campaña de desprestigio”, expresa.
La década del ochenta comenzaba embriagada con la “primavera alfonsinista” y Gustavo Debenedetti representaba al radicalismo local desde una banca en el Concejo Deliberante. Pero el sueño del Tercer Movimiento Histórico se fue deshilachando al compás del aumento incontrolable del índice de inflación. El radicalismo abandonaba el gobierno por la puerta de atrás, y debió esperar una década para volver a tomar las riendas del país de la mano de Fernando De la Rúa. Los horrores del gobierno de la Alianza provocaron un estallido en la UCR que derivó en la emigración de numerosos dirigentes.
Sin embargo, Debenedetti se quedó en el barco a la espera de que pase la tormenta. “En mi caso es por convicción, estuve en las buenas y en las malas, me tocó perder mas que ganar, pero es una convicción. Esto no quiere decir que no tenga capacidad de autocrítica con el partido, la tengo y ha sido fuerte. Pertenezco a una línea interna que cuando De la Rúa era Presidente, desde el Ministerio del Interior Storani renuncia porque López Murphy quiere acotar un presupuesto que recortaban algunos ítems que no estábamos de acuerdo. De todas maneras ya veníamos en contra, nos paramos de mano con el nombramiento de Cavallo, no nos callamos ni aún estando en el Gobierno, ni acompañamos cualquier cosa. Siempre he militado por convicción, habré cometido errores, pero me parece que no es difícil militar en un espacio le vaya bien o le vaya mal si vos tenés una ideología que lo sostiene”, asegura con la firmeza de quién está convencido del camino por el cual desea transitar.
La sangría de dirigentes que sufrió el radicalismo tras el estallido del 2001 tuvo un correlato directo en el municipio de Vicente López. El Intendente Enrique García abandonó al partido centenario para sumarse a la Concertación Plural que convocó Néstor Kirchner. La UCR perdió la hegemonía que mantenía en el distrito desde el regreso de la democracia, y ni siquiera alcanzaba los porcentajes mínimos para ingresar un concejal. Pero en la última elección del 2009 esa realidad se revirtió. La lista encabezada por Gustavo Debenedetti superó por 17 mil votos a la vecinal del Japonés García y la UCR volvió a ser un espacio apetecible en términos electorales. Sin embargo, el regreso de los correligionarios que se subieron al Tren K está plagado de inconvenientes. “Yo no es que me opongo a que vuelvan, lo que tienen que comprender es que algún nivel de autocrítica tiene que tener, y no es que tienen que volver pegándose latigazos y flagelándose, sino que simplemente tengan un mínimo de humildad como para entender que no pueden venir a conducir. En esta instancia tiene que cumplirse un ciclo de reconstrucción, hay muchos que quieren volver siendo el dirigente, el conductor de este proceso y en realidad quieren ser protagonistas principales en cargos tanto para conducir el partido como electorales. Recuerdo que el año pasado no pasaban ni por la puerta del comité, los llamabas, convocabas, le pedías ayuda para fiscalizar…nada. Entonces pienso que no es tan así que podemos abrir el partido y dejarlos que conduzcan o participen porque la verdad es que yo pienso que si García se presenta de vuelta y tiene mas o menos posibilidades de pelearla van a estar ahí, van a estar de vuelta dándole la espalda al partido”, pronostica.
La pasión que imprime Gustavo a cada palabra referida a la actualidad nacional, local o partidaria, lo distingue como un “animal político”, como se autodefine: “El compromiso de militancia ya lo llevas adentro. Yo fui concejal del 83 al 89, pero yo sentía una obligación con quien me había elegido, con los militantes que habían puesto tiempo, lugar, transpiración… La militancia es un compromiso de vida, es hacer que tu vida no trascienda inútilmente, que pienses en los demás, que puedas luchar contra las injusticias”, expresa.
Cuando piensa en la persona que más admiración le produjo en la política, el nombre que brota naturalmente es el de Raúl Alfonsín. Aunque admite que lo criticó “cuando no coincidía en las posiciones que tomaba”. Como contracara, siente que lo peor que le tocó vivir en la política fue “el proceso de Perón manipulando a la juventud para convocar una lucha armada”.
Por último, Debenedetti nos deja una frase que explica las razones que justifican entregarle una vida a la vocación política: “Podes no hacer nada, podes robar, podes hacer muchas cosas… Pero con la política podes transformar, podes cambiar, es decir la utopía uno la lleva adentro, siempre está más allá, pero sos parte de un proceso, parte de un aporte de cambio…”, finalizó.
(Redaccionnorte-radio)